Carta Tercera a Don Luis Villoro en el intercambio sobre Ética y Política
TAL VEZ…
(Carta Tercera a Don Luis Villoro en el intercambio sobre Ética y Política)
EJÉRCITO ZAPATISTA DE LIBERACIÓN NACIONAL
MÉXICO.
Julio-Agosto del 2011.
Para: Don Luis Villoro.
De: SupMarcos
Don Luis:
Reciba los saludos de tod@s nosotr@s y un abrazo fuerte de mi parte. Esperamos que se encuentre mejor de salud y que la pausa en este intercambio haya servido para intentar nuevos planteamientos y reflexiones.
Aunque la realidad actual parece precipitarse en forma vertiginosa, una reflexión teórica seria debería ser capaz de “congelarla” un instante para así descubrir en ella las tendencias que nos permitan, revelando su gestación, ver hacia dónde va.
(Y hablando de la realidad, recuerdo que fue en La Realidad zapatista desde donde le propuse a Don Pablo González Casanova un intercambio: él debía hacerme llegar una paquete de galletas Pancrema, y yo debía enviarle un supuesto e improbable libro de teoría política (por llamarlo de alguna forma). Don Pablo cumplió, y el dilatado andar de nuestro calendario me ha impedido cumplir con mi parte del intercambio… todavía. Pero creo que en lluvias próximas habrá más palabras).
Como tal vez se ha ido insinuando en nuestra correspondencia (y en las letras de quienes, generosos, se han adherido a este debate), la teoría, la política y la ética se entrelazan de formas no muy evidentes.
Ciertamente no se trata de descubrir o crear VERDADES, ésas piedras de molino que abundan en la historia de la filosofía y de sus hijas bastardas: la religión, la teoría y la política.
Creo que estaríamos de acuerdo en que nuestro empeño apunta más hacia tratar de hacer “saltar” las líneas no evidentes, pero sustanciales, de esos quehaceres.
“Bajar” la teoría al análisis concreto es uno de los caminos. Otro es anclarla en la práctica. Pero en las epístolas no se hace esa práctica, si acaso se da cuenta de ella. Así que creo que debemos seguir insistiendo en “anclar” nuestras reflexiones teóricas en los análisis concretos o, con más modestia, tratando de acotar sus coordenadas geográficas y temporales. Es decir, insistir en que las palabras se dicen (se escriben, en este caso) desde un lugar y en un tiempo específico.
Desde un calendario y en una geografía.
I. El espejo local.
El año del 2011, Chiapas, México, el Mundo.
Y en estos calendario y geografía, acá seguimos atentos a lo que pasa, a lo que se dice y, sobre todo, a lo que se calla.
En nuestras tierras seguimos en resistencia. Siguen las agresiones en contra nuestra provenientes de todo el espectro político. Somos un ejemplo de que es posible que todos los partidos políticos tengan un mismo objetivo. Auspiciados por los gobiernos federal, estatal y municipales, todos los partidos políticos nos atacan.
Previa a cada agresión o después de ella, hay una reunión entre funcionarios gubernamentales y dirigencias “sociales” o partidarias. Se habla poco en ellas, sólo lo necesario para acordar el precio y la forma de pago.
Aquellos que critican nuestra posición zapatista de que “todos los políticos son iguales”, deberían darse una vuelta por Chiapas. Aunque es seguro que dirán que es algo estrictamente local, que eso no pasa a nivel nacional.
Pero en la clase política chiapaneca se repiten, con sus toques autóctonos, las mismas rutinas ridículas de los tiempos preelectorales.
Hay ajustes de cuentas internos (al igual que en las bandas criminales), que en la clase política se disfrazan de “justicia”. Pero en todas partes se trata de lo mismo: dejar libre el camino al elegido en turno. Todo lo que pasa abajo se tacha de ser un complot de uno o varios rivales. Todo lo que pasa arriba se deforma o se calla.
Con la política mediática de pago de elogios, cuando se trata de Chiapas no hay ninguna diferencia entre la prensa de la capital del país y la de la capital estatal.
¿Alguien puede hablar seriamente de justicia en Chiapas cuando sigue libre uno de los responsables de la matanza de Acteal, de nombre Julio César Ruiz Ferro? “Mi presidente no te preocupes, deja que se maten, yo voy a mandar la seguridad pública para que levanten a los muertos”, respondió el entonces gobernador de Chiapas, Julio César Ruiz Ferro, a Jacinto Arias Cruz, alcalde de Chenalhó, quien le advertía sobre un inminente enfrentamiento en Acteal el 19 de diciembre de 1997. (María de la Luz González, El Universal. 18 de diciembre del 2007).
¿Y qué decir de “El Croquetas” Roberto Albores Guillén, responsable de la matanza de El Bosque, además de haber erigido un imperio de crímenes y corruptelas que ahora le permiten jugarle a trasmano a Juan Sabines Guerrero y a su “gallo”, el coleto Manuel Velasco, para volver a la gubernatura de Chiapas? (hablando de “gallos”, ¿alguna vez el lopezobradorismo dará cuentas por haber ayudado a reciclar a lo peor de la política priísta chiapaneca?)
Ah, la vieja rivalidad entre las vetustas clases políticas de Comitán, San Cristóbal de Las Casas y Tuxtla Gutiérrez (por cierto, sus antecedentes se pueden encontrar en el libro de Antonio García de León, “Resistencia y utopía: memorial de agravios y crónicas de revueltas y profecías acaecidas en la Provincia de Chiapas durante los últimos quinientos años de su historia” en la editorial ERA de la entrañable Neus Espresate).
Mientras proliferan los barruntos de una tormenta en la política del Chiapas de arriba, Juan Sabines Guerrero parece seguir empeñado en la línea que tantos fracasos le dio antes al “Croquetas” Albores: alentar a grupos, paramilitares y no, para que agredan a las comunidades zapatistas; solapar el auge de mafias criminales con o sin coartada de partido político; mantener la impunidad para l@s cercan@s; la simulación como programa de gobierno.
Una prensa, local y nacional, bien “aceitada” con dinero, no alcanza a ocultar, con el disfraz de unanimidad, la guerra intestina en la política de arriba.
Sobre todo esto, baste con señalar lo siguiente: hace tiempo que las reglas internas de la clase política están rotas. Los encarceladores de ayer son los encarcelados hoy, y los perseguidores de hoy serán los perseguidos mañana.
No es que no se hagan “acuerdos”, sino que ya no tienen capacidad de cumplirlos.
Y una clase política que no cumple con sus acuerdos internos es un cadáver esperando sepultura.
No, la clase política de arriba no entiende nada. Pero sobre todo no entiende lo fundamental: su tiempo se ha terminado.
Gobernar dejó de ser un oficio político. Ahora el trabajo por excelencia de los gobernantes es la simulación. Más importantes que los asesores políticos y económicos, lo son los asesores de imagen, publicidad y mercadotecnia.
Así se hacen hoy en día los gobernantes en México, mientras las realidades locales, regionales y nacionales se hacen pedazos.
Ni los boletines gubernamentales disfrazados de “reportajes” y “notas periodísticas” logran cubrir la crisis económica: en las principales ciudades del Chiapas real empiezan a aparecer y a crecer la indigencia y los “trabajos” más marginales. La pobreza que parecía ser exclusiva de las comunidades rurales empieza a crecer en las zonas urbanas del sureste mexicano.
Justo como en el resto del territorio nacional.
¿Parece que estoy hablando de la política de arriba a nivel nacional y no local?
Ah, los fragmentos del espejo roto, irremediablemente roto…
II. ¿Un epitafio para una clase política o para una Nación?
Cuando Felipe Calderón Hinojosa (presidente gracias a la culpa ahora confesa de Elba Esther Gordillo), se disfraza de guía turístico para que a México no sólo lleguen policías y militares norteamericanos, se asoma al Sótano de Las Golondrinas, en Aqusimón, San Luis Potosí, y exclama un “¡Oh my god!” (http://mexico.cnn.com/nacional/2011/08/17/calderon-promueve-destinos-turisticos-en-el-programa-the-royal-tour), bien podría decir lo mismo si se asoma al pozo en el que el país se ha sumido durante su mandato.
Según las estadísticas reveladas por el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (CONEVAL) el número de pobres en México pasó de 48.8 millones a 53 millones. Casi la mitad de la población mexicana vive en condiciones de pobreza. Casi 12 millones de personas están en condiciones de pobreza extrema.
Y si uno revisa los mapas de la misma CONEVAL, podrá darse cuenta de que las manchas de pobreza, antes privativas de los estados del sur y sureste de México (Guerrero, Oaxaca, Chiapas) empiezan a extenderse a los estados de norte del país.
Los precios de los productos básicos se han duplicado y triplicado durante este sexenio.
Según datos del Centro de Análisis Multidisciplinario, para tener el dinero suficiente para adquirir la canasta alimenticia recomendable, al inicio del sexenio de Felipe Calderón Hinojosa se necesitaban trabajar 13 horas y 19 minutos al día. 5 años después, en este 2011, se necesitarían trabajar 22 horas y 55 minutos.
Mientras las ganancias de los millonarios se han cuadriplicado en los últimos 10 años.
A todo esto habría que sumarle las pérdidas de empleo por cierres de fuentes de trabajo. Entre ellos el golpe criminal al Sindicato Mexicano de Electricistas. El ataque fue encabezado por el facineroso secretario del trabajo, Javier Lozano Alarcón (que será recordado también por las extorsiones gansteriles -Zhenli Ye Gon y los 205 millones de dólares para el fraude electoral del 2006-), y “aclamado” por los grandes medios de comunicación masiva.
Por cierto, la gigantesca campaña propagandística en contra de los trabajadores del Sindicato Mexicano de Electricistas (que incluye la amenaza de acciones penales en contra de sus dirigentes), que lo mismo los acusa de indolentes que de terroristas, debiera contrastarse con la realidad: si esos trabajadores eran perezosos e inútiles, ¿cómo es que había luz eléctrica en la zona centro del país?, ¿cómo funcionaban las televisoras que ahora los atacan, los periódicos que los calumnian, las estaciones de radio que los difaman?; ¿y las deficiencias que, ahora con la Compañía Federal de Electricidad, se padecen en la mayoría de los hogares de esa parte de México?; ¿y los nuevos recibos que aparecen ahora con cantidades exorbitantes?
Pero la resistencia de estos trabajadores no pasa desapercibida. No para nosotros.
Y mientras en la economía nacional la crisis mundial apenas se asoma, la clase política sigue, esa sí, en su holgazanería.
El 2012 llegó al calendario de arriba desde el 1 de diciembre del 2006, y a lo largo de estos 5 años no ha hecho sino evidenciar que esos calendarios no sirven ni para decorar los muros derruidos de la casa grande que aún llamamos “México”.
En el PRI, un Beltrones y una Paredes hacen cálculos para desplazar a un Peña Nieto quien se ocupó más en hacer pasarela mediática (había dinero) y poco en hacer política (no había oficio).
En el PRD, la pareja dispareja de López Obrador y Marcelo Ebrard comienza a darse cuenta de que lo fundamental depende de las burocracias partidarias de la autodenominada “izquierda” institucional.
Y en el PAN de la pesadilla nacional, un hombrecito enloquecido con muerte y destrucción busca quien le cubra las espaldas cuando los guardias presidenciales y el palacio nacional ya no lo hagan.
Aunque el desprestigio y desgaste del partido en el gobierno es grande, Felipe Calderón Hinojosa le apuesta, y fuerte, al uso de todos los recursos a su alcance para imponer su propuesta. Si ya lo hizo en el 2006, bien podría repetirlo en 2012. Y lo necesitará, porque sus cartas están muy ajadas: Un Cordero que le promete a su pastor que seguirá siéndolo; un Lujambio esperando no recibir la estocada de la estela de luz; un Creel al que el gris le sienta bien (y lo define); y una Vázquez Mota cuyo único argumento es ser mujer.
(Recuerdo alguna discusión cuando Barack Obama y Hillary Rodham Clinton se disputaban la candidatura presidencial. Algunas feministas pedían el apoyo a Hillary por ser mujer, algunas afroamericanas demandaban respaldar a Obama por ser de color. El tiempo demostró que allá arriba no cuentan ni el color ni el género).
Mientras, como la matrona de un burdel, Elba Esther Gordillo deshoja la margarita… y no descarta el lanzarse ella misma, en vez de apoyar a alguien.
Con tan patético panorama es lógico, y hasta de esperar, que surjan precandidatos externos… y jilgueros que los acompañen.
En realidad, fuera de las camarillas partidarias, del poder económico y de alguna militancia, el relevo gubernamental no parece interesarle a nadie.
La apatía va siendo remplazada por el rencor, y no son pocos los sueños en los que se acaba por fin de sepultar al sistema político mexicano, y con manos plebeyas se labra sobre su tumba el epitafio: “Lo hizo de la manera difícil, pero el juego ha terminado al fin”
Mientras tanto la guerra sigue… y con ella las víctimas…
III. Culpar a la víctima.
Un psicólogo norteamericano, William Ryan, escribió en 1971 un libro llamado “Culpar a la víctima” (“Blaming the Victim”). Aunque su intención inicial era una crítica al llamado “Reporte Moynihan” que pretendía hacer responsable de la pobreza en la población negra en Estados Unidos a conductas y patrones culturales y no a la estructura social, esta idea se ha usado más para casos de sexismo y racismo (más frecuentemente en los casos de violación, donde se acusa a la mujer de haber “provocado” al violador por la ropa, la actitud, el lugar, etc.).
Aunque nombrándolo de otra forma, Theodor Adorno describió esto de “culpar a la víctima” como una de las características definitorias del fascismo.
En el México contemporáneo, han sido algunos miembros del alto clero, autoridades gubernamentales, artistas y “líderes de opinión” de los medios de comunicación, quienes han recurrido a esta patraña para condenar a víctimas inocentes (principalmente mujeres y menores de edad).
La guerra de Felipe Calderón Hinojosa ha convertido ese rasgo fascista en todo un programa de gobierno y de impartición de la justicia. Y no son pocos los medios de comunicación que lo han hecho suyo, permeando así el pensamiento de quienes todavía creen lo que se dice y se escribe en la prensa, la radio y la televisión.
Alguien, en algún lado, señaló que los crímenes contra inocentes encierran una triple injusticia: la de la muerte, la de la culpa y la del olvido.
Todo el sistema que padecemos cuida, guarda y cultiva el nombre y la historia del asesino, sea para su condena, sea para su glorificación.
Pero el nombre y la historia de las víctimas queda atrás.
Más allá de sus familiares y amistades, las víctimas son asesinadas de nuevo al ser condenadas a convertirse en un número, en una estadística. Muchas veces ni eso alcanzan.
En la guerra que Felipe Calderón Hinojosa ha impuesto a la sociedad entera de México, sin distingos de clase social, raza, credo, género o ideología política, se agrega un dolor más: el de etiquetar a esas víctimas inocentes de criminales.
Se disfraza así el imperio de impunidad bajo la consigna del “ajuste de cuentas entre narcotraficantes”.
Y esa pesada lápida cae también sobre familiares y amistades.
La injusticia reinante no sólo funciona para garantizar impunidad a funcionarios gubernamentales de todo tipo, federales, estatales y municipales. También agobia a las familias y amistades de las víctimas.
Sus muertos lo son también cuando socialmente se prescinde de su nombre y de su historia, y una vida recta se deforma con los calificativos prodigados por las autoridades y repetidos hasta la nausea por los medios de comunicación.
Las víctimas de la guerra se convierten entonces en culpables y el crimen que les corta miembros o los asesina no es sino una forma cuasi divina de justicia: “ell@s se lo buscaron”.
Felipe Calderón Hinojosa será recordado como un criminal de guerra, no importa que hoy, rodeado de abrazo y escapulario, se las dé de gran estadista o “salvador de la patria”.
Y su historia será recordada con rencor.
Ni siquiera alcanzará, a falta de justicia, la mofa y el escarnio populares que suelen acompañar la salida de los mandatarios.
Sus patéticos remedos de “guía turística”, la ilegalidad e ilegitimidad de su llegada a la presidencia, sus fracasos políticos, su responsabilidad en la crisis económica, el haberse hecho de un equipo formado por golpeadores y guaruras disfrazados de funcionarios, el nepotismo, el consolidar lo que ya se conoce como “el cártel de Los Pinos”; todos sus desfiguros quedarán en segundo plano.
Quedará su guerra, perdida, con su cauda de víctimas “colaterales”: la derrota, el desgaste y el desprestigio irremediables de las fuerzas armadas federales (poco o nada podrán hacer las series televisivas para contrarrestar eso); la entrega de la soberanía nacional al imperio de las barras y las turbias estrellas (ya lo dijimos antes: los Estados Unidos de América serán los únicos triunfadores en esa guerra); el aniquilamiento de economías locales y regionales; la destrucción irreparable del tejido social; y la sangre inocente, siempre la sangre inocente…
Puede ser que la muerte no tenga remedio.
Que nada pueda llenar el hueco de soledad y desesperanza que deja la muerte de un inocente.
Puede ser que nada de lo que se haga pueda volver a la vida a las decenas de miles de inocentes muertos en esta guerra.
Pero lo que sí se puede hacer es luchar contra esa tesis fascista de “culpar a la víctima” y nombrar a los muertos y con ello recuperar sus historias.
Liberarlos así de la culpa y del olvido.
Aliviar su ausencia.
IV. Nombrar a los muertos y su historia.
Mariano Anteros Cordero Gutiérrez, era su nombre. Estaba por cumplir 20 años cuando, el 25 de junio del 2009 en Chihuahua, Chihuahua, fue asesinado.
El padre de Mariano, el Lic. Mariano Cordero Burciaga, se entrevistó con el entonces gobernador del Estado de Chihuahua, José Reyes Baeza, éste le dijo que el asesinato había sido una confusión callejera. Unas semanas después de los acontecimientos, la representación del Colegio de la Barra de Abogados del Estado pidió una explicación de los hechos a las autoridades correspondientes. Éstas respondieron que había sido “un ajuste de cuentas entre narcotraficantes”. Culpar a la víctima.
Aquí unos jirones de su historia:
Mariano estudiaba en el Instituto Tecnológico de Parral (ITP) la carrera de ingeniería en gestión empresarial y había recibido la carta de aceptación para estudiar la carrera de derecho en la Universidad Autónoma España de Durango, Campus Parral.
Antes de estos estudios fue misionero voluntario, en el Internado Marista del poblado de Chinatú, Municipio de Guadalupe y Calvo, Chihuahua. Era responsable de 32 niños indígenas que estudiaban la primaria en dicho internado.
Mariano era un joven zapatista, de ésos que luchan sin pasamontañas. En marzo de 2001, junto con su padre, participó como cinturón de paz en la Marcha del Color de la Tierra. En 2002 marcha en las diferentes manifestaciones del altermundismo en Monterrey, Nuevo León, con motivo de una cumbre de jefes de Estado donde estuvo Bush pero también Fidel Castro. Al momento de morir, Mariano guardaba en un morral de uso cotidiano la Sexta Declaración de la Selva Lacandona, el Manifiesto del Partido Comunista y su último libro adquirido: “Noches de fuego y desvelo”.
Cuando hicimos nuestro recorrido de la Otra Campaña por el norte de México, a nuestro paso por el estado de Chihuahua, el joven Mariano asistió a una de las reuniones. Al terminar, pidió hablar conmigo a solas.
¿La fecha? Noviembre 2 del 2006. Unas semanas antes, el 17 de octubre de ese año, Mariano había cumplido 17 años.
Nos sentamos dentro del mismo cuarto donde había sido la reunión. Palabras más, palabras menos, Mariano me manifestó su deseo de venir a vivir a una comunidad zapatista. Quería aprender.
Me sorprendió su sencillez y humildad: no dijo que quería venir a ayudar, sino a aprender.
Le dije la verdad: que lo mejor era que estudiara una carrera universitaria y que la terminara, porque acá (y allá, y en todos lados) la gente de honor termina lo que comienza; que mientras no dejara de luchar ahí, en su tierra, con los suyos.
Que ya con sus estudios terminados, si seguía pensando igual, tendría un lugar con nosotros, pero a nuestro lado, no como maestro ni como alumno, sino como uno más de nosotros.
Cerramos el trato con un apretón de manos.
7 años antes, el 8 de mayo de 1999, cuando Mariano tenía 9 años, yo le había escrito un mensaje en una hoja de cuaderno:
“Mariano: Llegará el momento, (no todavía, pero llegará, es seguro) en que en tu camino encontrarás otros que cruzan y tendrás que escoger uno. Cuando llegue ese momento, mira hacia adentro y sabrás que no hay opciones, que es sólo una la respuesta: ser consecuente con lo que uno piensa y dice. Si esto está firme, no importa el camino ni la velocidad del paso. Lo que importa es la verdad que ese paso anda.”
Hoy nombramos a Mariano, a su historia, y desde esta geografía le mandamos a su familia un abrazo zapatista de herman@s que, aunque no cure, sí alivie…
V. ¿Juzgar o tratar de entender?
También desde nuestra geografía hemos tratado de seguir con atención el paso del Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad que encabeza Javier Sicilia.
Sé bien que juzgar y condenar o absolver es el camino preferido por los comisarios del pensamiento que aparecen a uno y otro lado del espectro intelectual, pero acá pensamos que hay que hacer un esfuerzo por tratar de entender varias cosas:
La primera es que se trata de una movilización nueva que, en su proyecto de constituirse en movimiento organizado, va construyendo sus propios caminos, con logros y caídas propios. Como todo lo nuevo, pensamos que merece respeto. Ellos pueden decir, con razón, que se pueden cuestionar las formas y los métodos, pero no las causas.
Y también merece atención para tratar de comprender, en lugar de hacer juicios sumarios, tan caros a quienes no toleran nada que no esté bajo su dirección.
Y para respetar y comprender hay que mirar hacia arriba, pero también hacia abajo.
Cierto que arriba llaman la atención e irritan los arrumacos que reciben los responsables directos de tantas muertes y destrucción.
Pero abajo vemos que, en familiares y amistades de las víctimas, despierta esperanza, consuelo, compañía.
Nosotros pensábamos que tal vez era posible que se levantara un movimiento que detuviera esta guerra absurda. No parece que así sea (o no todavía).
Pero lo que sí se puede apreciar, desde ya, es que hizo tangibles a las víctimas.
Las sacó de la nota roja, de las estadísticas, de los míticos “triunfos” del gobierno de Felipe Calderón Hinojosa, de la culpa, del olvido.
Gracias a esa movilización, las víctimas comienzan a tener nombre e historia. Y la patraña del “combate al crimen organizado” se desmorona.
Cierto que todavía no entendemos el por qué se dedican tanta energía y esfuerzos a la interlocución con una clase política que, desde hace tiempo, perdió toda voluntad de gobierno y no es más que una pandilla de facinerosos. Tal vez lo irán descubriendo por sí mismos.
Nosotros no juzgamos y, por lo tanto, ni condenamos ni absolvemos. Tratamos de entender sus pasos y el anhelo que los anima.
En suma, el digno dolor que los acuerpa y mueve, merece y tiene nuestro respeto y admiración.
Pensamos que es lógico que se dialogue con los responsables de los problemas. En esta guerra, es razonable dirigirse a quien la desató y la escala. Quienes critican que se dialogue con Felipe Calderón Hinojosa olvidan esto tan elemental.
Sobre las formas que ha tomado ese diálogo, han llovido críticas de todo tipo.
No creo que a Javier Sicilia le desvelen las críticas ruines de, por ejemplo, el Paty Chapoy de La Jornada, Jaime Avilés (igual de frívolo e histérico), o las vilezas del Doctor ORA (de quien en ningún lugar se dice que sea de izquierda ni que sea congruente) a quien sólo le falta decir que Sicilia mandó matar a su hijo para “impulsar” la imagen de Felipe Calderón Hinojosa; o los señalamientos que le reprochan no ser radical, hechos precisamente por quienes enarbolan como un logro el “no haber roto ni un vidrio”.
En su correspondencia (y me parece que en algunos actos públicos), Javier Sicilia gusta de recordar un poema de Kavafis, en especial el verso que dice: “No has de temer ni a los lestrigones ni a los cíclopes, ni la cólera del airado Poseidón”. Y esos críticos histéricos no llegan ni de lejos a eso, así que los patéticos rencores de esos hombrecitos no llegan más allá de sus pocos lectores.
Lo real es que ese movimiento está haciendo algo por las víctimas. Y eso es algo que ninguno de sus “jueces” puede alegar a favor propio.
Por lo demás, ni Javier Sicilia ni algunos de sus allegados desprecian las observaciones críticas que reciben desde la izquierda, que no son pocas y sí son serias y respetuosas.
Pero no hay que olvidar que son observaciones, no órdenes.
Transcribo el final de una de las cartas privadas que le hemos mandado:
“De manera personal, si me lo permite, le diría que siga con la poesía, y el arte en general, a su lado. En ella se encuentran asideros más firmes que los que parecen abundar en el sin ton ni son del palabrerío de “analistas” políticos.
Por eso termino estas líneas con estas palabras de John Berger:
“No puedo decirte lo que el arte hace y cómo lo hace, pero sé que el arte con frecuencia enjuicia a los jueces, clama venganza para el inocente y proyecta hacia el futuro lo que el pasado ha sufrido, de modo que no sea jamás olvidado.
Sé también que el poderoso teme al arte, en cualquiera de sus formas, cuando hace esto, y este arte a veces corre como un rumor y una leyenda entre la gente porque le da sentido a lo que la brutalidad de la vida no puede, un sentido que nos unifica, porque al final es inseparable de la justicia. El arte, cuando funciona así, se convierte en el lugar de encuentro de lo invisible, de lo irreductible, lo perdurable, el valor y el honor”
En fin, tal vez todo esto no venga al caso (o cosa, según)…
VI.- Una pequeña historia.
Y tal vez tampoco venga al caso (o cosa, según) esta pequeña historia que ahora le cuento Don Luis:
El día 7 de mayo del 2011, una columna de vehículos salió de madrugada de la zona zapatista Tzots Choj, transportando hombres y mujeres bases de apoyo del EZLN que participarían, junto con las otras zonas, en la movilización de apoyo al Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad que encabeza Javier Sicilia. Siendo las 0600, uno de los carros volcó y en el accidente perdió la vida el compañero Roberto Santis Aguilar. Siendo muy joven, Roberto se hizo zapatista y escogió “Dionisio” como nombre de lucha.
La historia del compañero Dionisio se antoja sencilla escuchándola contada por sus padres y su esposa. Dice su padre que, en su familia, fue Dionisio el que primero se entró en zapatista:
“Entonces ya que estamos trabajando aquí en la milpa tanteó la hora que vamos platicar allá en la milpa, el miró como que ya no hay gente, ahí dijo vamos a platicar un rato, hay una organización, lo oí que está muy bueno. Entonces ahí empezó a decir, pues empezó a platicar con nosotros, con sus hermanos, entonces ahí empezó a decir que está muy bueno ese organización, parece que hay ayuda para nosotros y así dijo. Entonces así entramos pero primero nosotros lo oímos esa palabra, entonces ya entramos ya nosotros, pues poco a poco fue arrimando todo, también la gente. Así es, entró a la organización ahí.
Entramos nosotros a la organización, es que en ese tiempo pues estamos muy jodido para vivir pues, y es que no hay terreno donde puedas trabajar más pues, no hay pues, estamos muy pobres de al tiro. Luego el mal gobierno hace así, fuéramos a hablar si hay modo de agarrar un pedazo pues así de tierra, ya ni caso hace el pinche gobierno pues, por eso este organización oímos que estaba en este camino y ahí entramos pues con esta organización nosotros, sí, año que entramos, año de 1990, sí.”
Cuatro años después, siendo ya miliciano zapatista, el compañero Dionisio forma filas en el regimiento que toma las cabeceras municipales de Altamirano, Chanal y Oxchuc, llevando una escopeta calibre 20. Las guarniciones gubernamentales fueron derrotadas en esas plazas, pero en el repliegue el compañero Dionisio y otros milicianos fueron tomados presos y torturados por priístas de Oxchuc.
Tal vez recuerde usted, Don Luis, las imágenes que repitieron hasta el cansancio los medios de comunicación nacionales e internacionales: los zapatistas golpeados severamente, amarrados en un quiosco en la cabecera de Oxchuc, la turba priísta gritando y amenazándolos con quemarlos vivos. Un helicóptero gubernamental los trasladó a la cárcel de Cerro Hueco, donde siguieron siendo interrogados con torturas. Lo tuvieron 15 días sin alimento, con apenas agua y lo sacan a las 4 de la mañana para bañarlo con agua fría. No dio información alguna. Fue liberado después, junto con otros presos zapatistas, a cambio del prisionero de guerra general Absalón Castellanos.
Mmh… pues salió larga esta carta. Imagine usted lo que será la dirigida a Don Pablo González Casanova a quien le debo no una misiva sino un libro.
Y ahora que la releo antes de enviarla, se me ocurre que todo lo que en ella se dice tal vez no venga al caso en lo que estamos reflexionando sobre ética y política.
¿O tal vez sí?
Vale. Salud y ojalá haya más empeño en entender y menos en juzgar.
Desde las montañas del Sureste Mexicano.
Subcomandante Insurgente Marcos.
México, Julio-Agosto del 2011.