6/10/08

La Crisis y las Medidas del Poder


Por: Antonio Roquentin

El gobierno de Estados Unidos tiene dinero de sobra, no sólo para nacionalizar la deuda de las entidades financieras en quiebra, sino para invertir en su propia seguridad a partir del control de los servicios de inteligencia nacional de México.
El gobierno de Bush destinará 17 millones de dólares al CISEN, con la excusa de combatir el narcotráfico y el terrorismo. Como es sabido, el CISEN se dedica más que nada al espionaje político; incluir el terrorismo es el pretexto de la ingerencia del gobierno estadounidense en nuestro país. De hecho, el terrorismo ha sido el pretexto utilizado desde que el comunismo dejó de servir como tal; el caso es inventar un enemigo externo que genere el pavor suficiente que permita el control de la población y la aplicación de medidas económicas que despojen a las mayorías a favor de una minoría. Según el plan de gastos, el CISEN será vigilado para “asegurarse que el equipo será utilizado de acuerdo con las leyes de Estados Unidos y México”.

Esto se da al principio de una de las crisis más terribles del capitalismo. Lo que se viene se puede pronosticar no sólo en términos económicos. A partir del primer día de octubre, el gobierno estadounidense desplegó una unidad de combate dentro de los Estados Unidos bajo el comando del Ejército norte de ese país; el NorthCom fue creado por el pentágono después de los ataques al World Trade Center en septiembre del 2001, con la intención de defender la patria y ayudar a las autoridades locales. Esta vez, se informa que el objetivo es “atender” posibles disturbios, “ayudar” en casos de descontento social y “control” de multitudes. Todo parece indicar que la aplicación de la ley marcial es inminente. La actual crisis financiera, que no parece detenerse ni con el salvataje público de intereses privados más brutal en la historia del capitalismo, es el augurio de una recesión todavía inconmensurable que le espera al país del norte y al mundo. Todavía no es posible calcular el nivel de desempleo que causará esta debacle y con ello, la pobreza y desesperación que sufrirá la mayoría de la población mundial. Estados Unidos ya empieza a prepararse militarizando sus calles, pero no sólo eso; los propietarios están asegurados en la defensa de su patrimonio con asociaciones como InfraGard, que aliada al FBI, integra a más de 26 mil empresas estadounidenses, cuyos dueños, por ser parte de esta entidad están legalmente avalados, no sólo para espiar y denunciar a sus vecinos, sino para, en tiempos de ley marcial, disparar a matar sin ser procesados por ello. Claro, todo en nombre de la lucha contra el terrorismo. En el 2005, el director del FBI dijo: “Ustedes, los del sector privado, están en la primera línea de defensa”. 

El Plan Mérida, los avances de la Cuarta Flota y la militarización de la vida cotidiana estadounidense, son los síntomas de un sistema que ha dejado de funcionar y que está determinado a mantenerse por la fuerza. La socialización de las pérdidas, avalada ya por el congreso de Estados Unidos, es una medida contra las mayorías que ha sucedido en México y el resto de Latinoamérica, y que ahora practican Europa, Asia y la nación más difusora del libre mercado y la no intervención estatal en la economía. El impacto económico que tendrán estas medidas será desastroso por generaciones y lo peor de todo es que no ha funcionado para inyectar confianza en el sector financiero; las bolsas del mundo siguen cayendo, dejando claro que la crisis tiene un origen más estructural, más sistémico. La crisis social que se viene es analizada ya por los centros del poder político y económico, y por lo tanto, las medidas destinadas a mantener el status quo por encima y a pesar de la humanidad están ya siendo planeadas: dentro de esas medidas no se pueden descartar situaciones de violencia extrema contra la población civil y a niveles nunca antes vistos, como lo describe Naomi Klein en su Doctrina del Shock. Queda pendiente trabajar abajo, ahí donde están los productores directos del mundo, carentes de poder político y económico, en la construcción de alternativas al capitalismo, originales y justas, para hacer frente al cambio que, hasta ahora, parece inminente.  
   



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